Entrenar la mirada y observarse
En esta infoxicación constante, en la que la mente es invadida de forma involuntaria por cientos de imágenes cada día, veo el verano, el tiempo de ocio, como una oportunidad para reaprender a mirar y observarse.
Mirar, pero no al teléfono móvil, sino entrenar la mirada estética, la contemplación de las cosas que, en el día a día habitual, quizás pasen desapercibidas porque existe un ruido, visual o mental, que nos impide observar en profundidad.
Cuando me refiero a entrenar la contemplación estética, hablo de mirar con perspectiva artística, de ver la belleza en el sentido amplio. Lo feo es también bello, si tiene ese algo que nos inquieta, nos interesa, nos despierta cosas, nos provoca preguntas.
Dirigir la mirada más allá
Viajemos lejos o cerca este verano o, aunque no nos embarquemos en aventuras, hemos de recordar que el arte se sitúa en la mirada, está en quien observa.
Contemplar nos hace personas más presentes, plenas, nos conecta con el arte y despierta en cada uno el espíritu del artista que habita en el interior. Lo convierte todo en arte. En un museo abierto 24/7. Nos permite ver cosas graciosas, impactantes o curiosas donde otras personas no ven nada.
«Un árbol se revela a un/a artista solo cuando el/la artista puede establecer una relación con el árbol. Si no estamos presentes por completo, es posible que miremos a nuestros compañeros humanos sin verlos, de la misma manera que podemos mirar un árbol y no verlo realmente». Thich Nhat Hanh
Cambiar el modo de ver nos hace cuestionarnos la realidad, nos hace ampliar la mirada. Nos inspira para cosas en nuestro trabajo, en la vida, en todo.
¿Sabes lo mejor? Que solo hace falta intención, no cuesta dinero, no gasta tiempo material, es una actitud, un chip que, para mí, se parece mucho al de la felicidad.