¿Miedo a abrir el melón del plan estratégico?

¿Miedo a abrir el melón del plan estratégico?

 

Cuando alguien menciona en una reunión que toca elaborar el nuevo plan estratégico de la organización, cambian las caras. Surgen el aburrimiento, el escepticismo y, casi siempre, la gran duda: ¿para qué?. La siguiente pregunta no tarda en aparecer: ¿cómo lo haremos?

 

Dos caminos posibles: repetir lo de siempre o innovar

Ante este reto, suelen aparecer dos opciones. La primera: repetir lo de siempre, es decir, copiar el plan anterior cambiando el título modificando solo algún punto evidente. La segunda, más valiente: darle una vuelta, abrir la puerta a la participación. Y ahí es donde surgen los miedos: ¿qué pasa si el personal plantea otros temas? ¿y si resurgen antiguos conflictos? Imaginamos reuniones interminables, resultados abstractos y discusiones eternas. El miedo al caos lleva a la procrastinación: “ya lo haremos el año que viene”.

Pero esa no-decisión también tiene consecuencias. Navegar sin mapa puede dejar al equipo desorientado. Y un equipo sin brújula pierde motivación y cohesión. Esa es la razón por la que implicar a la plantilla en el proceso de construcción del plan.

 

Equilibrio entre dirección y participación

Pero no todas las organizaciones necesitan el mismo nivel de apertura. Si la dirección sabe con claridad hacia dónde ir pero no está dispuesta a escuchar aportaciones, debe asumir que el rumbo lo decidirán unas pocas personas. En ese caso, mejor no preguntar.
Sin embargo, abrir el “cómo” al conjunto del equipo en una segunda fase permite enriquecer el plan con procesos de innovación y con las distintas miradas. Y ahí ocurre lo importante: cuando el equipo ve reflejada su manera de hacer, aumenta la motivación, aparece la sensación de pertenencia y, con ella, la ilusión. Y sin ilusión, no hay transformación.

 

El valor de un plan estratégico participativo

 

Un plan estratégico no es un documento: es una oportunidad. Una herramienta para generar cohesión, reforzar valores, activar la imaginación y trabajar la creatividad al servicio de las ideas. Un buen plan estratégico aporta dirección, saca a la organización de la “rueda de hámster” y da determinación para remar hacia un futuro común.

La clave no es tanto si hacerlo o no, sino cómo hacerlo. La participación no tiene por qué traer caos. Con la metodología adecuada, puede convertirse en un proceso de aprendizaje significativo para toda la organización.

 

La importancia de una facilitación externa

Aquí es donde entra en juego la consultoría para empresas. Una persona facilitadora externa aporta neutralidad, ayuda a que el equipo llegue a sus propias conclusiones y activa metodologías participativas que evitan conversaciones estériles. Además, integrar pensamiento lateral en el trabajo, recursos visuales y lenguajes metafóricos hace que las grandes ideas surjan de nuevas conexiones, no de frases interminables.

Eso sí, es determinante que la persona consultora externa sea quien ayuda al equipo a avanzar, a la toma decisiones, no que venga con un Power Point a deciros lo que tenéis que hacer. Es alguien que sostiene al equipo, lo activa, hace que aproveche el tiempo y salga con ganas de más.
Abrir el melón del plan estratégico

Sí: un plan estratégico es un melón. Pero abrirlo puede ser refrescante, nutritivo y compartido. No se trata de temerle, sino de aprovecharlo como oportunidad de crecimiento colectivo.

 

¿Y si conversamos sobre cómo abrir ese melón en tu organización?

 

Aholkularitza

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